29-M, Huelga general.
Hoy hemos vivido una de esas jornadas que marcan la historia reciente de los piases: una huelga general en todo el Estado. Una huelga convocada por todos los Sindicatos: UGT, Comisiones Obreras, los sindicatos nacionalistas ELA STV, LAB y la Intersindical Gallega, CGT y otras Organizaciones minoritarias.
La jornada de huelga se convoco contra la reforma laboral aprobada recientemente por el nuevo Gobierno, así como otras reformas y recortes sociales que se han iniciado en estos últimos meses y proseguirán mañana mismo con nuevos ajustes ya anunciados con la aprobación de los presupuestos y otras medidas que se irán promulgando en las próximas semanas.
Unas leyes aprobadas en aras de flexibilizar el mercado laboral, reducir el déficit e intentar reconducir el alto índice de paro desbocado desde hace más de un año, según fuentes gubernamentales.
Una reforma que socaba los derechos elementales de los trabadores y retrotrae a situaciones propias décadas pretéritas acabando con las conquistas sociales logradas en los últimos 30 años por la clase trabajadora según los Sindicatos convocante.
Lo primero que hay que apuntar es que salvo excepciones la jornada ha transcurrido con la normalidad propia de estas jornadas siempre tensas, que se han podido ejercer y conciliar los derechos de huelga y de ir al puesto de trabajo con relativa calma. El impacto de la huelga en cifras como es lógico varía según las fuentes: Sindicatos, Patronal y Gobierno, así como su repercusión no ha sido igual en todos los sectores productivos ni en todas las Comunidades Autónomas. Pero objetivamente la huelga ha tenido una repercusión en general bastante significativa pese a que en algunos trabajadores que hubieran querido sumarse ha ejercido una influencia decisiva el miedo a sufrir represalias o perder directamente su puesto de trabajo.
Pero lo que ha sido incontestable han sido las manifestaciones que ha llenado las calles de España de trabajadores, estudiantes, parados y personas contrarias a la reforma lo que sin lugar a dudas ha sido una demostración de fuerza de los Sindicatos en un momento en que su labor era sistemáticamente cuestionada desde algunos sectores mediáticos que han empleado páginas y editoriales en aras de desprestigiar su labor. Pero el éxito de la respuesta en la calle no puede circunscribirse solo a la labor sindical muchas miles de personas no afiliadas a ninguna organización se han echado a la calle para mostrar su descontento, su malestar y por qué no su cabreo, eso sí de forma mayoritariamente pacifica.
El Gobierno que acaba de ser elegido por una amplísima mayoría en las últimas elecciones, no debería de hacer oídos sordos a los resultados de la jornada de hoy, y pese a las reformas impuestas desde Europa debería a sentarse a negociar con las Organizaciones Sindicales que a día de hoy canalizan este descontento, para entre todos buscar los acuerdos y alianzas que hagan posible cumplir con los compromisos adquiridos con los socios europeos, frenar la sangría social que supone el paro, sin desmantelar de un plumazo las bases del estado de bienestar que tanto ha constado construir y que sirve para proteger a los más desfavorecidos en situaciones especialmente graves como las actuales, un sector de la población que hoy se ha manifestado de mano de los Sindicatos, pero que si su situación sigue agravándose mostraran su descontento de otras formas más contundentes que pueden conllevar a que a la situación de grave crisis económica actual se le agregue una crisis social de consecuencias imprevisibles.
Por eso creemos que el Gobierno legitimado con una amplia y cómoda mayoría Parlamentaría haría bien en mostrar su capacidad de diálogo sin renunciar a su programa pero escuchando a los representantes también legítimos de los trabajadores.
Carlos Ramírez.