Bruce Springsteen en Gijón. Articulo de Rodrigo Ortega Viejo

Siempre hay una primera vez, pero con Buce nadie quiere que sea la última.

Nuestro amigo y colaborador, el periodista Rodrigo Ortega, nos remite un articulo sobre el concierto de Burce en Gijón el pasado 26 de junio. Era la primara vez que acudía a un concierto de Springsteen, en unos días muy especiales para él e Isabel, pero estamos seguros de que no será la última vez que acudan a ver al Boss.

Muchas gracias Rodrigo y doble enhorabuena para los dos.

 

 

El jefe
Creo que eran las nueve menos cuarto de la noche, todavía de día, del pasado 25 de junio. Y según nos acercábamos mi mujer y el que escribe a la zona de Cimadevilla, en Gijón, en una de sus estrechas calles del centro en la que hay una zona de bares de vinos y tapas, sonaba a toda pastilla «Dancing in the dark», de Bruce Springsteen. Expectantes y curiosos nos acercamos hacia ese lugar y hacia la multitud que se congregaba junto a un pequeño cantante que, acompañado de una guitarra y armónica incluida, imitaba casi a la perfección en cuanto a gestos y voz uno de los grandes éxitos del músico de Nueva Jersey, de 1984, y de su gran disco «Born in the USA». Faltaba un día para el conciertazo de casi cuatro horas con el que nos deleitó Bruce junto a su emblemática ‘The E street band’ en un abarrotado Molinón, pero ese hombre, músico de la calle y fan del jefe, nos metía de lleno, nada más llegar a la ciudad asturiana, en el ambientazo que vivió Gijón durante esos dos días, y que jamás olvidaré. Y no solo por lo bien que nos lo pasamos, sino también, y entre otras muchas cosas, porque quizás y sin quererlo, The Boss nos dio el empujón definitivo que nos faltaba a ambos para contraer matrimonio. Aunque dicho así parece algo raro, el caso es que tenía las entradas del concierto poco antes de decidir junto a mi todavía novia si nos casábamos ya o esperábamos un poco más. Y con los tickets en la mano, nos dijimos, qué cojones, casémonos de una vez y vámonos de luna de miel a ver Bruce Springsteen y que salga el sol por donde quiera. Dos días antes del concierto Isabel y yo decidimos pasar el resto de nuestras vidas juntos. Y aquí estoy, casi un mes después, más feliz que una perdiz, y con los recuerdos de un concierto inlvidable. Creo que han sido los 160 euros mejor gastados de mi vida. Nunca había visto a Bruce en directo en ninguna de las numerosas ocasiones que ha venido a España. Tampoco se puede decir que fuera un ‘superfan’ de él. Me gustaban algunas de sus canciones y poco más. Y he de decir que tras este concierto de Gijón, el jefe me ha conquistado. Sobre todo por su humildad y su arrolladora personalidad con la que se gana al público. O mejor dicho, con la que se come al público literalmente. Y a quien se le ponga por delante. Cuando un tío, sea quien sea, lo da todo encima del escenario, no hay nada qué objetar. Y si encima lo borda y conecta con la gente, el no va más. Y Bruce Springsteen lo dio todo, lo bordó y conectó con la gente. Fueron constantes sus guiños a la gente y a sus fans, sacándolos a bailar y a cantar con él en el escenario, enseñando las pancartas de los que estaban en primera fila mostrándolas en las pantallas gigantes para que todo el mundo las viera, leyera y disfrutara.

También fueron constantes sus referencias a Gijón o ‘Ion’ como lo pronunciaba en su peculiar español yankee, y, sobre todo, a España. Su frase de despedida, «España os queremos», ya sudoroso y cansado, pero satisfecho por el deber cumplido, me puso la piel de gallina. Porque Bruce es mucho Bruce, es incombustible y demuestra que aunque pasen los años, su espíritu y la pasión que pone en su trabajo y en su música, no cambiará. Me llamó la atención la pluralidad de gente que había en las gradas y en el césped presenciando el concierto. De todas las edades, sexo y condición. Había de todo. Precísamente, justo delante y a la derecha de donde nos sentamos Isabel y yo en las gradas de enfrente del escenario -por decir algo ya que al final estuvimos más tiempo de pie- teníamos a dos parejas -supongo que matrimonios- que podrían ser mis padres perfectamente. Y yo ya rondo los cuarenta, así que háganse una idea. Pero a nuestra izquierda había también un grupo de personas de nuestra edad con niños. Y muy cerca, atisbé a otro grupo de amigos que vestían con camisetas del jefe, de los cuales ninguno de ellos llegaba a la veintena. Ya antes del concierto, estuvimos tamando unas birras en los bares que hay en las cercanías del estadio, llenos a reventar, y donde se hizo complicado pedir al camarero, y ahí ya nos dimos cuenta de la diversidad de gentes que iban a presenciar el concierto. El caso es todos ellos vibraron y se lo pasaron pipa. No faltó tampoco la ola en el estadio minutos antes del inicio para calentar motores. La gente estaba metida y había ganas de pasarlo bien. Y se pasó. Las caras de la gente al salir de El Molinón denotaban satisfacción y emoción por haber asistido a algo grande. Eso se palpa a primera vista. También los comentarios del público a la salida de los vomitorios o ya en la calle. Había unanimidad en torno a lo que habían presenciado. En definitiva, algo espectacular. Destaco también la organización del evento. No es fácil meter a más de 35.000 personas en un estadio y que no haya incidente alguno. Y eso también Bruce lo consiguió.

Articulo Rodrigo Ortega

 


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