Lou Reed: Vicious y la Espada de Damocles

El artista neoyorkino nos ha dejado su huella que perdura por siempre.
Músico, escritor, poeta, filosofo, artista…Lou Reed

Es curioso que algunos personajes a los que no conocemos personalmente formen parte de nuestra vida, de nuestra intimidad más profunda, no solo por lo hondo que haya calado sus mensaje en cada poro de nuestra piel sino porque han sido protagonistas de episodios realmente vitales para nosotros.

Mi primer recuerdo de Lou Reed se remonta a mi infancia; el single cuya cara A era «Vicious», uno de los temas más míticos de la historia del Rock, que trajo mi hermano José a casa como quien lleva un tesoro en sus manos y cuya cara B “Satellite of Love” me resulto aún más impresiónate, tanto por su música como por su letra, canción que por cierto despertó mi interés inusitado por la lengua de Shakespeare para conocer su significado, un single perteneciente a uno de los álbumes más importantes de la historia del pop-rock: “Transformer” cuyos decibelios guardo uno a uno en mi cabeza después de no sé cuantas audiciones, tras comprar varios ejemplares pues los primeros tenían ese sonido característico a huevo frito del vinilo corroído por su uso.

Mi segundo recuerdo es un concierto de Lou Reed en Madrid, allá por el año 1974, al que acudieron llenos de fervor, expectativas (seguramente exageradas) y temor a lo desconocido dos adolescentes entusiastas maqueados para la ocasión de acudir al teatro de sus sueños, dos adolescentes que reposan junto a Lou en el panteón de los ilustres a veces incomprendidos, cuya presencia en el concierto y la noche madrileña les acompaño durante el resto de sus vidas. Dos adolescentes a los que ese niño que hoy escribe este artículo siempre ha querido y respetado más allá del fin de su existencia en este mundo. Sobre todo un adolescente que marco pautas y estilo de vida en ese niño que tanto le admiraba.

Mi tercer recuerdo es el viaje al país de la ilusión cuando ese niño ya convertido en adolescente acude por primera vez en su vida a un concierto de su ídolo Lou en el estadio del Moscardó en el barrio madrileño de Usera, un lugar mítico y peligroso del Madrid de los 80´s que encumbro Almodóvar con su tatareada frase “Me voy a Usera a hacer la carrera”. Una ilusión que se verá truncada, tras dos horas de espera, a los veinte minutos del concierto cuando Lou Reed, sin apenas comenzar unos acordes abandona el escenario, para no regresar, al recibir el impacto de un objeto. Los técnicos de sonido comienzan a desmontar el equipo y se produce una autentica batalla campal que por fortuna no produjo grandes bajas, pese a que algunos espectadores aterrorizados se arrojasen desde las gradas y pese a la irrupción de la policía a caballo como un elefante en una cacharrería. Era un Lou Reed entrado en kilos que estaba en pleno periodo de desintoxicación, un Lou Reed en transición que abortó un sueño adolescente pero que contribuyó decisivamente a que ese tierno mancebo comprendiese en un instante que las ilusiones no siempre se cumplen y que los sueños a veces se transforman en la peor de las pesadillas. En el aspecto positivo ese pibe descubrió la noche madrileña de la movida, con tanta significación personal y profesional en su vida y que a partir de ese momento cualquier incidente en un concierto multitudinario le pareciese un juego de niños.

Mi cuarto recuerdo es el primer viaje al extranjero en el que me gaste el poco dinero que llevaba en un disco pirata (de un concierto en directo) de Lou Reed y el resto del periplo fue un cumulo de escaseces y peripecias. Un disco que forma parte esencial de mi discografía personal e intransferible.

Mi quinto recuerdo es un concierto de Lou Reed junto a The Silencers y a los Simple Minds que eran cabeza de cartel. Fue el reencuentro de Lou Reed con Madrid nueve años después, pero también fue el rencuentro de ese adolescente, ya convertido en joven, con uno de sus ídolos, que esa noche ofreció un magnífico concierto, aunque para él joven, que había asistido a conciertos de muchos grupos imprescindibles de la historia musical, ya no tuviera la misma transcendencia que nueve años atrás. Como anécdota en ese concierto ese joven que hoy escribe conoció a quien se convertiría en uno de los músicos españoles referentes a nivel internacional Enrique Bunbury que entonces lideraba un grupo que empezaba a tener eco a nivel nacional: Héroes del Silencio.

Curiosamente, como la vida misma, el círculo se cierra y mi sesto recuerdo viene íntimamente ligado al primero y a un tema publicado casi dos décadas después, en el año 1992, perteneciente a su álbum Magig & Loss titulado: Sword of Damocles (la espada de Damocles) que en un principio interprete intelectualmente para posteriormente, por mor de dolorosas circunstancias, ser capaz de interpretarlo con el corazón. Uno de aquellos adolescentes que acudieron al concierto de Madrid del 74, vivía en plena juventud (en los 90´s) con una espada de Damocles, en forma de enfermedad terminal, sobre su cabeza que acabo con su vida tras años de sufrimiento y medicación sin respuesta positiva. Una amarga experiencia que marcó de forma definitiva el modo de sentir y entender la vida de quien escribe este articulo.

Lou Reed el cofundador de una banda garajera en los 60´s que marcaría la historia musical pop-rock, The Velvet Underground, el del glam rock y la música alternativa, el escritor, poeta y artista, el profano y trascendental, el vicioso y el asceta, el gran Lou, el inigualable Lou Reed, se nos ha ido y con él, para muchos, una parte esencial de nuestra vida en forma de recuerdos, vivencias y evocaciones, eso sí cada vez que volvamos a escuchar alguna de sus míticas composiciones reviviremos con sus sonidos instantes sempiternos de nuestra frágil existencia.

Carlos Ramírez.


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