Pet Shop Boys en concierto en Gijón 1 de agosto Crónica Rodrigo Ortega.

Llevaba con las entradas en la mano mes y medio. El mismo tiempo esperando como agua de mayo que llegara la hora de ver a los «Pet Shop Boys»

Neil Tennant y Chris Lowe en pleno espectáculo

pisando el espectacular escenario del Patio de la Universidad Laboral de Gijón. Tenía ganas de ver a los chicos de la tienda de mascotas. Unos clásicos entre los clásicos del pop electrónico británico de los 80, habituales cada año ¡desde hace treinta! en España, aunque en Gijón tocaban por vez primera. También tenía ganas de pasar el fin de semana en la ciudad asturiana y de tomarme unas sidritas en Cimadevilla. Y por fin me he quedado a gusto, aunque no fue fácil estar ahí con mi mujer disfrutando del concierto que se celebraba el pasado viernes 1 de agosto. Primero, porque tuve que salir antes de tiempo de mi trabajo en Valladolid para poder llegar a tiempo. Y segundo, porque nada más llegar a Gijón, y tras dejar el coche en un parking, se me cayeron al suelo las entradas en un descuido. Menos mal que me di cuenta al poco tiempo y, tras volver por mis pasos unos cien metros de donde pensé que se me podían haber caído me encontré a un hombre cogiendo del suelo el sobre con mis entradas. Tuve suerte. Al menos porque me ahorré sesenta euros que me hubieran costado comprar otra vez las entradas. Pero bueno, pese a todo, llegamos al espectacular Patio de la Laboral en autobús público con una hora de antelación. Magnífica, por cierto, la organización municipal, que fletó servicios especiales de transporte público para los asistentes al concierto antes y después del mismo. Entramos rápido porque no había mucha cola y como nos empezaban a sonar un poco las tripas decidimos reponer fuerzas y comernos un bocata con un par de cervezas que pedimos en el bar que su ubicó en el centro de la plaza. No hubo lleno. Yo calculo que la mitad del recinto, y las crónicas periodísticas del día siguiente hablaban de entre cuatro mil y cinco mil personas. El concierto se me quedó corto. Apenas hora y media de espectáculo incluyendo los bises. Esperaba algo más, para ser sincero. También la gente protestó algo porque quería más. Pero al menos he de decir que mereció la pena. Aunque solo fuera para ver la atractiva y futurista puesta en escena de su Electric Tour, un espectáculo repleto de luces y sonidos, imágenes en movimiento y estrambóticos cambios de vestuario acompañados de unas sorprendentes coreografías. Les pudimos ver ataviados con una coraza de plumas, con cuernos diabólicos en la cabeza, con unas bolas de espejo simulando a las discotecas e incluso metidos dentro de unas falsas camas en vertical y sin moverse, mientras en las sábanas se proyectaban imágenes de sus cuerpos en posturas acrobáticas, y asomaban la cabeza entre unos almohadones desde donde interpretaron el tema «Love ETC». Pet Shop Boys en estado puro, presentándonos un mundo fantástico y onírico, en plan odisea espacial, más virtual que real. La gente vibró y se lo pasó pipa, especialmente cuando sonaron algunos de sus temas de siempre, como «Suburbia», «West end girls», «Domino Dancing», su particular versión de «Always on my mind» de Elvis Presley y, sobre todo, «It’s a Sin», tema con el que todos nos crecimos y cantamos junto a Tennant. Eché de menos «New York City boy, un tema que me encanta y me quedé con las ganas de escuchar en directo. Y estelar también fue el despliegue técnico del espectáculo. Según datos de la organización, más de 165.000 vatios de luz y 60.000 de sonido. Cinco proyectores de vídeo Super Alta Definición y más de 170 lementos iluminación robótica de última generación. Efectos que no dejaron indiferente a nadie y con los que nos fuimos tan contentos.

Panorámica desde un balcón de La Laboral

Esperando a que empiece el concierto